Dime qué tanto hablas y te diré cuánto engañas

Prácticas poco éticas al momento de ofrecer servicios de consultorías

El artículo de esta semana voy a dedicarlo a los que le han quitado el trabajo de forma deshonesta a cientos de comunicadores, mercadólogos, ponentes y asesores. Hablo aquí de los “gurús”, “todólogos” y autoproclamados consultores que, aparentemente, saben mucho, que tienen labia, pero que carecen de formación y criterios para plantear una consultoría con los estándares necesarios para que sea exitosa.

Más que decirle cómo lidiar con ellos, le describiré situaciones en las que, probablemente, usted se los encontró –antes de entrar a una entrevista o minutos antes de una reunión–, le dieron la mano y, después de que se cerraron las puertas, le dieron un puntapié, sacándolo así de la competencia. Finalmente, explicaré algunas consecuencias de este tipo de prácticas no profesionales para la construcción de un mercado laboral en consultorías de marketing y comunicación sanas y altamente competitivas.

¿Quiénes son “ellos”?

Son personas que tienen una ventaja: conocer a más gente que usted y yo. Van a conferencias y eventos a repartir tarjetas y a venderse. No critico esta práctica usual entre la gente que se abre espacio y se da a conocer, sino entre aquellos que abusan de la práctica, para quitarle el espacio laboral a personas que saben cómo hacerlo. Estas personas son sumamente institucionalizadas, con personalidad estándar, con fórmulas excesivas de cortesía: tienen pocas ideas, pero mucha labia. Una vez que se han abierto un espacio, siguen con su siguiente táctica: eliminarlo a usted. ¿Cómo lo hacen? Con artimañas, rumores, comentarios –sin siquiera conocerlo. Hacen pasar sus opiniones por hechos, para quitarle oportunidades laborales, para eliminarlo como adversario. En este proceso, utilizan una suerte de lobbying con llamadas constantes, correos electrónicos continuos para llamar su atención y darle la idea de profesionalismo, interés y compromiso. Una vez usted se “traga el anzuelo”, tienen la puerta abierta a casi cualquier cosa porque ya confía en ellos.

La confianza, casi ciega, en ellos la consiguen con el disfraz del “branding personal” –dícese, su mega ego. Según ellos, su reputación les precede, son genios, “gurús”, “evangelizadores”. Pero tal como lo evocan estos términos, sus conocimientos solo llegan al nivel mítico, porque nadie sabe, realmente, si es cierta toda la sabiduría que profesan. Obviamente, este branding personal lo construyen de forma errónea. El concepto no solo se trata de que el “yo” hable, sino de que otros lo hagan por él. No basta con que diga “soy esto o aquello”, sino que debe comprobarlo y enlazarlo argumentativamente, a su narrativa personal y su historia de vida como persona, con el tipo de conocimiento que desea que se relacione, con cómo se vende como persona. Tampoco se trata, solamente, de exudar valores, de la forma de vestir, de los gestos y comunicación verbal, sino también de la forma en cómo se construye el personaje, la fachada, la actuación. Aunque usted no lo crea, el discurso no es suficiente para actuar; al final, la actuación deficiente se convierte en una caja de música que repite la misma melodía siempre y la audiencia termina por aburrirse.

Lo anterior se relaciona, en primer lugar, con el contenido de sus conversaciones y propuestas. ¿Ha tenido la oportunidad de ver un proyecto elaborado por “ellos”? No encontrará ninguno, porque no lo tienen. Son personas que visualizan sus ideas y las convierten en gráficos confusos de Powerpoint que solo ellos entienden. ¿Dónde está la magia? En la presentación verbal. Sin esto, la propuesta solo se reduce a un dibujito digitalizado sin mayor sentido. “Lea entre líneas” y escuche lo que realmente le proponen.

Segundo, son personas que regurgitan números –muchos números–, sin embargo, no son capaces de hacer un análisis. Los números los obtienen de estudios que hacen otras personas y otros sitios. Ellos no tienen la capacidad –ni teórica ni empírica– para conectar la diversidad de acciones sociales y culturales. Los números y las estadísticas sirven, pero, cuando se trata de conocer procesos sociales, personas y sus intenciones, se quedan cortos y, es ahí, donde viene la capacidad de análisis de la que carecen.

Tercero, al momento de vender un proyecto, son expertos, –en eso sí–, en evadir el problema y los inconvenientes que pueden encontrarse. Son personas que le dicen: “todo va perfecto”, porque no saben o no tienen idea de los inconvenientes que van a encontrarse en el camino. Al venderle “la tierra prometida”, en el proyecto, ellos mismos se encargan de esconder inconsistencias en los datos, variables que debieron haberse explorado pero que, por desconocimiento, no se incluyeron. En pocas palabras, cuando le presenten resultados, le reforzarán todo lo que usted quiere oír, quizá un poco más.

Cuarto, prometen descubrir la fórmula de la juventud cuando usted puede encontrarla gratis en internet y prepararla con ingredientes caseros. Estos “consultores” son del tipo de personas que se aprovechan de su desconocimiento en muchos temas y que le venden “fórmulas mágicas” que usted mismo puede encontrar en los primeros resultados de Google. Dicho de otro modo más directo, usted paga miles de dólares solo porque no navega en internet. Hasta los alumnos universitarios se dan cuenta de esto cuando lo hacen sus profesores. ¿Por qué no habría de darse cuenta usted?

Quinto y, relacionado con lo anterior, ¿Se ha dado cuenta de que algunas presentaciones impartidas por estas personas parecen plantillas o templates de Powerpoint versión 97? No se equivoca, como agregan (cortan y pegan) contenido de Slideshare.net o de Scribd.com a sus presentaciones –significa que les dedican poco tiempo– no es de extrañar que, tal como alumnos de primer año de universidad, no se molesten en cambiar sus diseños o de encubrir un plagio. Por otro lado, da la impresión de que las slides nos trasladan a un contexto ochentero –debido a su diseño–, por la combinación de colores chillantes. ¿Qué le quiero decir? Que se percate de que usted ha pagado miles de dólares, por una charla con contenido plagiado de internet y, sobre todo, con ilustraciones de las primeras versiones del programa Clipart.

Entonces, como obtener contenido de internet es fácil y gratuito, “ellos” son expertos en una diversidad de disciplinas. Si usted quiere un filósofo que le hable de ética empresarial, lo tendrá. Si busca un comunicador que le explique cómo la historia de la comunicación incide en la forma en que se construye cultura actual, le venden a McLuhan o Castells. Si, por otro lado, busca un sociólogo, se convierten en Max Weber. Con esto, no quiero decir que son personas con enfoque multidisciplinario, no se confunda. Solo quiero que tome conciencia de que lo han timado, porque es poco probable que una sola persona conozca con precisión todas estas disciplinas. Un especialista es aquel que profundiza en los aspectos de un tema, conoce sus dimensiones, los detractores teóricos y prácticos, las posturas, lo que no se ha hecho y lo que puede hacerse. Un especialista NO es alguien que usa 5 presentaciones –a lo mucho– para dar una cátedra, impartir una capacitación o una ponencia.

Finalmente, ¿qué paga usted si elige a uno de “ellos” solamente por el prestigio que le dice tener? Paga un precio excesivo por una charla o consultoría que puede hacer usted mismo si se prepara un poco, a invertir por una verborrea sin indicadores de medición o seguimiento, por la que apuesta en servicios profesionales de calidad deficiente.

¿Qué paga el gremio de profesionales con formación, trayectoria en una disciplina, experiencia de campo, apertura mental, si usted sigue contratando mano de obra barata a un precio excesivo?

Usted fomenta el desprestigio de una o varias profesiones con utilidad, con aplicación concreta y clara en la realidad. Solo una persona que no sabe de comunicación o de marketing le llevará al topos uranus y lo dejará solo ahí. Alguien que sabe de la disciplina que practica, le dirá las implicaciones claras de sus decisiones y de lo que usted quiere conseguir.

Al no ver resultados concretos, porque un charlatán le robó su dinero prometiéndole el cielo y la tierra, usted no vuelve a solicitar servicios de consultoría de esa disciplina, generaliza y, hace que todo el gremio que sabe cómo hacer las consultorías, pierda plusvalía, valor y oportunidades de trabajo por una mala decisión que usted tomó.

Usted subvalora, ya sea por comodidad o por desconocimiento, a muchos profesionales capaces, formados y que, al menos, se cultivan para seguir aprendiendo porque invierten en capital intelectual para estar al día con la disciplina que analizan. Estos no son profesionales que se dedican a cortar y pegar conocimiento del internet; al contrario, son personas que tienen un enfoque específico que, detrás de sus decisiones. existen criterios y tácticas claras para conseguir lo que se busca.

Usted también se encarga de que el mercado laboral de las consultorías pierda cada vez más adeptos y fondos. Como los resultados no son los que usted esperaba, como le han descubierto el “agua caliente”, usted piensa y reproduce con todos sus contactos, la idea de que esa disciplina no tiene fundamento científico y que no vale la pena invertir en ese tipo de rubros.

Finalmente, usted queda mal frente a sus empleados, colegas e inversionistas, porque “los expertos” les enseñan contenidos que ellos, probablemente, ya saben y que usted ni siquiera se ha tomado el tiempo en descubrir.